Agudizando nuestras cuerdas

En ocasiones nos ponemos a pensar si somos capaces de alabar a nuestro Señor siendo que no somos poseedores de voces privilegiadas como hermanos de la radio o de nuestra propia iglesia.
Decimos: -¡Ah, si tuviera linda voz! ¡Cómo le cantaría al Señor con todo mi corazón! pero bue…
Recuerdo una hermana de una iglesia a la que yo asistía cuando recién comenzaba en el camino del Señor, esas personas que parecen que siempre fueron mayores.
Cada vez que iba al púlpito le cantaba al Señor en agradecimiento… y su voz (con perdón de la señora) era horrible!, pero cuando se la escuchaba cantar, se sentía realmente la presencia de Dios. Lo hacía con un amor tan grande que olvidabas el cuestionamiento o la queja por la pérdida temporal del tímpano.
Lo bueno de esto es que son solo limitaciones y gustos del hombre, a Dios le gusta que le alabemos, que le adoremos, más allá de nuestras limitaciones corales.

El enemigo va a intentar poner en tu ser ese menosprecio para que no lo hagas, porque sabe que la alabanza tiene poder, que es un dar y recibir instantáneo, una puerta que se abre y te conecta con el Reino.
Pero alabarlo no significa solamente ponerse a cantar; alabarlo significa profesar lo que nos enseñó. Nuestra forma de vida debe ser un acto de alabanza continua, mostrándole al mundo el por qué de nuestro cambio: el amor de Cristo.

Alabarlo es llevar adelante el plan y propósito de nuestro Señor para con los hombres. El acto de alabanza debe verse reflejado más allá de nuestra garganta. Es demostrar en el día a día el reconocimiento de nuestra dependencia total hacia Él.
Alabarlo es extender una mano al que necesita, escuchar a un hermano tembleque o apartar un momento para dar nuestro acto de alabanza en oración.

Debemos entender que Dios nos ve continuamente y todo lo que hagamos puede generar en Él una sonrisa o una desilusión.
No nos dejemos manipular por el enemigo, todos tenemos la capacidad de hacerlo.
Isaías 43:21 dice: “Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará.” Hebreos 12:15 confirma esto: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de Jesús, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen su nombre.”

¿A quién has estado escuchando?

Ahora bien, te invito a que lo hagas, que empieces desde ahora, porque por amor hemos sido creados para alabanza de su nombre.

Carelia Gajardo